lunes, 26 de abril de 2010

¡Hombre, qué solidarios somos!

Hay un pasaje en la Biblia (Lucas 21, 1-4) que dice más o menos así:

En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas; Jesús dijo: "De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos, porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir."

Ciertamente no ayuda igual dar una moneda que dar diez, pero para uno mismo, creo, es más valioso dar una moneda de corazón, de lo que disponemos, a dar 10 por mera obligación o por pretender quedar bien ante los demás, y además que sea lo que "tenemos de excente". No es un secreto que quienes tienen mayor vocación de servicio y/o mayor disposición de ayudar porque sí, son aquellos que tienen alguna carencia, y de alguna forma también depende del nivel socio-económico. ¿Por qué será? ¿Porque quienes más desean ayudar es porque vivieron o viven una carencia similar, aunque en menor grado? ¿Será porque realmente el dinero y el poder deshumaniza a la gente?

Y sí, es una pedrada para quien le quede, desde el que obliga a sus empleados a aportar para alguna colecta (lo viví en cierta cadena de mueblerías), o los que donan esperando deducir dicha donación de sus impuestos u obtener algún otro beneficio. Claro... ¿apoco ustedes creen que las multinacionales que donan miles de pesos en cierto teletón anual decembrino lo hacen por gusto y desinterés? Si no existiera la figura de deducción de impuestos, nadie haría colectas, porque ninguna de esas empresas aportaría sin recibir algo a cambio... ¿o qué, alguien sí lo hace? (políticos absténganse, nadie les creería nada)

Peor que eso, que ya es mucho decir, es cuando nos quejamos de que alguien ayuda a terceros y no a su propio o más próximo entorno; candil de la calle, obscuridad de la casa, reza el popular refrán mexicano; lo mejor del caso es que nos quejamos porque no ayudan a "los suyos", pero nosotros tampoco ayudamos a "los suyos" y nisiquiera a "los nuestros".

Viene todo esto a colación, porque ingresaron al país cerca de 250 ciudadanos de Haití, con visa "humanitaria"; está de sobra decir que aún cuando el terremoto que sufrieron en aquella isla ocurrió en enero, pasarán incluso años antes de que se recuperen social y económicamente, por lo que autoridades mexicanas implementaron medidas temporales para recibir a ciudadanos de Haití que tuvieran algún familiar residiendo legalmente en México, así como flexibilizar trámites o incluso suspender deportaciones a otros tantos que hubieran ingresado ilegalmente al país. También les permite "trabajar, estudiar, desplazarse por territorio nacional, entrar y salir, además de acceder a los servicios públicos que se proporcionan en el país".

Obviamente es un poco extraño que, habiendo tantos millones de mexicanos que también requieren urgentemente ayuda, el Gobierno esté permitiendo el ingreso de gente que está necesitada de otros países, de ahí la posible validez del refrán ya citado, y muy posiblemente solo el Gobierno cree que las condiciones económicas y sociales de México están como para poder ayudar a inmigrantes de un país en desgracia.

Lo que no se vale es criticar, juzgar, etiquetar y, en general, discriminar a quienes estamos ayudando; basta ver los comentarios en la nota referida y en otra para poner de manifiesto la solidaridad que tanto nos caracteriza a los mexicanos. Entiendo que los haitianos podrán tener una mentalidad y una cultura distintas a la nuestra, pero de eso a opinar que "son sucios, viciosos, inclinados a la delincuencia, ladinos" o temerles por "qué enfermedades tendrán o qué mañas tan diabólicas tengan en su mente para sacar ventaja de las demas personas", ya es como para avergonzarse y sentir pena por el "caluroso" recibimiento.

Claro que tiene sentido decir "para qué traer mas pobres", y que serían "desempleados que se sumaran a los a los sicarios del Chapo y a los Zetas", pero eso ocurrirá si nosotros les cerramos las puertas; no es un secreto que a los mexicanos se nos olvida convenientemente que diariamente ciudadanos nuestros pretenden emigrar a Estados Unidos esperando recibir apoyo para trabajar y tener una mejor calidad de vida, y nos indignamos porque allá hasta los tachan de criminales sólo por el color de piel... ahhhhhhhhh... pero cómo nos gusta criticar a los migrantes de otros países que o vienen de paso o vienen a trabajar, y exigimos que "ya no más invasion de extranjeros que vienen a quitarnos nuestro trabajo".

Para quien tiene ganas de trabajar, lo de menos debe de ser dónde nació, cuál es su color de piel, o si le va al América o al Guadalajara; si muchos extranjeros progresan en México, y si algunos hasta "nos quitan" el trabajo (que creemos merecer sólo por ser mexicanos), es porque de verdad vienen aquí a trabajar y no a esperar que el Gobierno les dé todo lo que necesitan.

De verdad que a veces somos muy hipócritas los mexicanos; también aplicamos, según el dicho, que ni pichamos, ni cachamos, ni dejamos batear, y todavía nos indignamos por la ayuda a otros... claro que "los indios mexicanos (sic) están completamente aislados, sin escuelas, centro de salud, agua ni lo más mínimo"... pero, como siempre, en lugar de mandarles aunque sea una lata de atún nuestra, o ayudar a alguien originario de dichas comunidades, seguimos esperando a que el Gobierno les ayude, como si nosotros no pudiéramos. ¿No solemos decir que donde comen dos, comen tres?

Y todavía hay quien siente que piensa y amenaza "los que los defienden los invito a que los acojan en sus casas y verán"... me pregunto qué pasará primero, que yo reciba en mi casa a un haitiano que quiere corresponder a la ayuda que se le brida, o que los otros acojan en sus casas a un indígena mexicano... ah, ¿verdad?

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