jueves, 20 de mayo de 2010

Deshumanización llevada al odio irracional

El caso de la desaparición de Diego Fernández de Ceballos, reconocido político del Partido Acción Nacional, ha dado mucho de qué hablar durante los últimos días, y más en cuanto a la especulación de que pudo haber sido secuestrado por un grupo armado y/o de que ha fallecido.

No es un secreto que el "Jefe" Diego (como se le ha apodado durante años) es un personaje trascendental en la historia de la política mexicana, en algunos casos no precisamente para bien, puesto que es sabido que es una persona de muy amplio poder político que en más de una ocasión ha usado a su favor (que, bueno, eso es "normal" en la clase política de México).

Se entiende que podríamos estar hablando de un personaje, como miles, de esos que no debíeran ser ejemplo para la sociedad; se entiende que haya un "resentimiento" por la impunidad con la que actúan... pero de eso, a alegrarse por lo que le está pasando, creo que tampoco es normal.

La sociedad Mexicana, sobre todo los ciudadanos que estamos muy lejos del interés de "nuestros representantes políticos", está harta, está cansada, está molesta al ver cómo los políticos nada más no hacen nada útil por México, sino para ellos mismos; de cómo ganan salarios cuantiosos cuando hay gente que no tiene ni para comer el día de hoy, de que son atendidos médicamente en hospitales privados sin pagar nada de su bolsa, cuando el sistema de salud es nefasto y aún teniendo acceso a él millones de personas ven mermada su calidad de vida y sus recursos económicos; de cómo estamos a merced del crimen organizado mientras que los políticos tienen un sistema privado de seguridad porque ni siquiera la seguridad pública es confiable.

¡Caramba! Por supuesto que es lógico que tengamos un resentimiento contra la clase política mexicana... pero eso de decir "qué bueno que le está pasando eso"... caray, ¿qué nos está pasando?

Ya que hablamos de consecuencias negativas por la gestión política, un hombre fue linchado en la explanada de un pueblo del Estado de México, cuando éste intentó asaltar a una pareja; cuando lo agarraron, se tocaron las campanas del pueblo convocando a cerca de 300 personas quienes con saña golpearon al delincuente hasta dejarlo malherido; cuando unos paramédicos llegaron y pretendían llevárselo a un hospital dada la gravedad de las lesiones, los pobladores no lo permitieron; esto ocasionó que el ladrón muriera dentro de la ambulancia.

Como si no hubiera sido suficiente, cuando las autoridades judiciales llegaron, hubo un enfrentamiento entre éstas y los pobladores (quienes poncharon las llantas y querían volcar la ambulancia para evitar que se la llevaran -¿para qué?-); para no hacer largo el cuento, el alboroto dejó como resultado algunas patrullas dañadas y varios pobladores detenidos.

El 17 de mayo está instituido el Día contra la Homofobia en varios países, mientras que en México la solicitud ha permanecido guardada en espera de que el Presidente lo instituya, ya que en esta semana solamente decretó el "Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias", lo cual, aunque es un avance, es bastante ambiguo a la hora de oficializar los crímenes por homofobia como un delito.

No es un secreto que la sociedad mexicana tiene serios problemas de prejuicios en contra de cualquier comunidad o persona que no sea como "la mayoría"; esta necedad de "segregar" a lo que no sabemos y/o a lo que tenemos miedo nos lleva a creer ciegamente en estos prejuicios desde niños, y "solamente por que dicen que es malo", actuamos en consecuencia sobrepasando los derechos de los demás. Ocurre con las mujeres, con las comunidades indígenas, con las personas discapacitadas, con las que tienen preferencias sexuales distintas a la heterosexual, con las que viven modestamente, con los que no son católicos, con los que son de algún partido político, con los que escuchan música duranguense, con los que son del norte o del sur o del centro del país y hasta con los que le van al América o al Jaguares.

No se trata de que todos nos deben de caer bien ni de que tenemos que procurar agradarle a todo mundo; las diferencias son válidas y hasta necesarias; el problema viene cuando no solo no se respeta a la persona con esas diferencias, sino que además las rechazamos y creemos que tenemos el derecho de decidir que esas personas no deben existir.

Una cosa es tener envidia o cierto resentimiento a alguien, o que de plano no nos agrade, pero alegarse porque a un ser humano le pasa algo malo o incluso desear hacerle algo malo, habla de que como sociedad tenemos un serio problema de valores; el odio no es normal, no es sano, ni mucho menos cuando es producto de la ignorancia, de nuestra frustración, o de la falta de amor propio y a los demás.

¿Alguien a quien le pasa algo malo se lo merece? ¿Por qué sentir que tenemos el derecho de lastimar a aquel que nos ha quitado algo? ¿No nos ponemos al mismo nivel de aquel que nos hizo daño? ¿Nos hace mejores personas "desquitarnos" con alguien que cometió un delito, al grado de matarlo? ¿Tenemos el derecho de decir quién vive y quién muere? Se nos olvida que somos, supuestamente, seres racionales, y el odio no es muy racional que digamos.

En el caso del hombre linchado, alguien dirá que si yo pensaría como pienso ahorita si hubieran asaltado a alguien cercano a mí... ha pasado, y sí me da coraje, pero no voy a pedir más de lo que me es permitido (que atrapen al delincuente, sea juzgado y pague por su delito)... y en este sentido, yo preguntaría... ¿y si el delincuente fuera alguien cercano a ti? ¿Permitirías que lo linchen "porque se lo merece?

1 comentario:

Toñiux dijo...

¿Qué te traes contra el Jaguares? :P

En la primera página que publicaste, se lee este Tweet: "Al #jefediego no se le odia ni por guapo, ni por rico..ni por asquerosamente poderoso. Sino por cómo ha usado su poder".

Creo que ese es el sentir popular, Gil. Habrá gente extremista que se alegre y quiera cargar en el todas las cosas malas de La Situación Actual, pero la verdad es que en esta realidad que vivimos él, bueno, malo, regular o no, es una victima. Nadie se debería de alegrar de la desgracia ajena, por que cuando caiga sobre nosotros no nos va a gustar que el de afuera se esté riendo.