miércoles, 16 de febrero de 2011

De productos "milagro" y otros engaños

Debo admitir que la primera vez que fui con mi actual nutrióloga, fue más que nada para que mi hermana dejara de insistir en el tema (ella y mi otra hermana desde antes ya habían iniciado tratamiento). En primera, porque definitivamente las dietas tradicionales no van conmigo (es fastidioso eso de desayunar avena con leche y fresas todos los lunes y sólo los lunes, o comer pechuga al vapor con nopales y frijoles de la olla los miércoles y solo los miércoles), y en segunda, si bien es cierto que para la salud no escatimo tanto el dinero, sabía que ir a cualquier tienda o consultorio al que ya iban mis hermanas no sería precisamente barato... lo sé, es mero prejuicio personal.

A muy grandes rasgos, efectivamente, mi tratamiento de control(consultas y medicamentos) no han sido precisamente baratos, pero soy el primero en reconocer y dar fe de que el tratamiento ha funcionado perfectamente, puesto que 20 kilos en un año no son cualquier cosa, sin grandes efectos secundarios... y si hiciera los 30 minutos de caminata que me piden y comiera tal como debiera, habría bajado todavía más. Aunque, eso sí, lo que  cambié, además, para bien, fue reducir la cantidad de alimento que como, y ya lo hago de manera inconsciente, lo cual ha mejorado notablemente mi salud y me ha mantenido en el peso.

Viene esto a colación porque, como podrán ver, no ha sido un proceso ni fácil ni corto... digo, tampoco es que lo haya sufrido como María Candelaria, pero definitivamente son de las cosas que toman su tiempo, que se tienen que hacer en orden, y, sobre todo, poner de tu parte. De ahí entonces que... ¿por qué rayos la gente sigue creyendo en las promesas de bajar de peso fácil, rápido y sin ningún esfuerzo, como nos lo quieren hacer ver la oleada de productos amplia y descaradamente anunciados a todas horas en TV y revistas?

En estos días la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) anunció una lista de productos (denominados "productos milagro") que se anuncian conteniendo propiedades "milagrosas" y que en muchos casos no se ha demostrado claramente su veracidad; debido (para variar) a diversos huecos en las leyes vigentes de salud, estos productos son anunciados en algunos casos sin que los medios que los difunden les requieran el respectivo registro sanitario.

Por supuesto, la experiencia previa nos ha demostrado que meterte con el poder de los medios no es cualquier cosa, porque, desgraciadamente, sus intereses son superiores a cualquier otra cosa, aún si se trata de la salud de las personas por las cuales, curiosamente, este poder sigue vigente.


Como si no fuera suficiente, no faltan personas que inmediatamente desacreditan las funciones de la COFEPRIS alegando que dentro de su "lista negra" no figuran productos de corte farmaceútico de ciertas empresas que están muy bien cimentadas en los medios, aduciendo que pagaron una determinada cantidad a dicha instancia para no figurar en la lista.

Esto no lo discuto de ninguna manera, ya sabemos que hay gente corruptible en todos lados y en todos los niveles, la pregunta es... ¿qué a los ciudadanos nos cuesta mucho trabajo desarrollar el sentido común como para preguntarnos si estos productos no estarán sobrevaluados?

Lo grave aquí no es el hecho de que los productos milagro no hagan lo que dicen que hacen, lo grave es que muchos de ellos se toman indiscriminadamente, representan un riesgo para la salud, y quienes los producen se "lavan las manos" con el ya famoso "la responsabilidad de este producto es de quien lo toma y quien lo recomienda".

Entiendo que es una tentación tomar el teléfono y ordenar después de ver "testimonios" de que el producto en cuestión funciona, y es obvio que le hemos dado demasiada credibilidad a lo que dicen en la televisión en lugar de formar un criterio propio. Pero, ¿de verdad hay quien cree que con tomarse un té o ponerse una crema va a reducir, de forma rápida y segura, un par de tallas? ¿De verdad alguien se cree eso de que poniéndose unos tenis o un anillo (¡un anillo, caray! ya ni los de Final Fantasy) y seguir con sus actividades cotidianas (entre las que no está el caminar, generalmente) va a bajar de peso, alinear la columna y levantar los glúteos? Peor aún, ¿de verdad alguien será capaz de abandonar su tratamiento para una enfermedad crónica por el hecho de irse a tomar unas pastillas?

Cada quien es libre de creer en lo que quiera y usar lo que le acomode... pero eso de obtener cosas sin esfuerzo... pues buena suerte.

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